domingo, 23 de mayo de 2010

¿Para qué sirve el griego? (I)



Ahora que algunas familias y alumnos que están a punto de acabar 4º de ESO se plantean qué van a estudiar el próximo curso, si van a seguir en el Instituto y si se matriculan en 1º de Bachillerato, no está de más que tratemos aquí, por si sirve de algo, de la utilidad de la asignatura de Griego, que pueden cursar todos los estudiantes que opten por el Bachillerato de Ciencias Sociales y Humanidades.

Lo primero que hay que decir es que todos los europeos hablamos griego sin ser conscientes de ello. Nosotros, los españoles, también, no somos una excepción. El estudio del griego servirá, lo primero de todo, para que descubramos la infinita cantidad de helenismos que utilizamos cada dos por tres en nuestra propia lengua, y en la inglesa, francesa o alemana, sobre todo cuando recurrimos a los registros más cultos -científicos, ideológicos, tecnológicos- de estas.

El griego es el idioma de las ciencias y de la tecnología. En griego están escritos los manuales de medicina (oncología, pediatría, psiquiatría, hepatitis y un larguísimo etcétera son palabras griegas). La biología, la zoología y la geología tienen nombre griego (bio- significa “vida” , zoo- es “animal” y geo- es “tierra”). También son palabras griegas las matemáticas (hipotenusa, isósceles, aritmética), y la física y la química (kilómetro, hectómetro, y átomo) y la tecnología, sin olvidar disciplinas más modernas como la economía o la ecología. El estudio del griego, sirve, en primera instancia, para descubrir, como decía un veterano helenista español, Rodríguez Adrados, que hablamos “criptogriego”, es decir, un griego que, a poco que nos descuidemos, nos pasa desapercibido.

Tomemos como ejemplo una palabra como micro-economía. Puede que haya gente que la utilice y la emplee bien sin haber estudiado nunca griego, pero cualquier estudiante de la lengua de Homero sabe que detrás de ella hay tres palabras comunes y corrientes: el adjetivo “micro” que significa pequeño (saber esto le servirá para explicarse otros términos que contengan este adjetivo como microbio, microscopio o micrófono), el sustantivo “eco” que quiere decir “casa” (conocimiento que nos será útil para entender quiénes eran los metecos o qué es la moderna ecología), y otro sustantivo que es “nomía” que significa “administración” (lo que nos valdrá para que entendamos también qué es la autonomía, entrando ya en el dominio de la política, que es el arte de (mal)gobernar la polis o el estado, porque los políticos y no sólo los economistas -si es que no son ya lo mismo los unos que los otros- nos hablan en griego para que no entendamos lo que dicen. El estudio del griego clásico nos sirve para comprender mejor el inmenso caudal de vocabulario científico y tecnológico que alberga nuestra lengua.

Hace poco me encontré con una antigua compañera mía de Bachillerato, a la que no veía desde hacía treinta años, lo que se dice muy pronto, y, hablando de lo que había sido de nuestras vidas, me confesó que después de hacer el antiguo bachillerato de letras -su equivalente sería hoy día el Bachillerato de Humanidades- había estudiado Enfermería, y que era enfermera titulada y que llevaba trabajando como tal toda su vida. Me reconoció espontáneamente que el griego había sido la asignatura, parecía mentira, que le había resultado más útil para sus estudios posteriores de Enfermería. Y no es extraño por lo que decíamos más arriba: los médicos nos hablan en griego. Haber estudiado algo de griego sirve para entendernos un poco mejor.

Negar esta evidencia de la utilidad inmediata y pragmática del estudio del griego sólo puede hacerse desde una ignorancia bastante cerril y obtusa, rayana en lo ridículo, que sería bastante impropia de una persona medianamente culta y que hubiera pasado por la universidad (aunque puede haber quienes han pasado por la universidad e incluso se hayan sacado un título sin que la universidad haya pasado por ellos).

Como es probable que haya personas que, desde la ingorancia, se atrevan a rebuznar que "¿para qué vas a estudiar eso, si no sirve para nada?", a lo mejor conviene recordarles aquí la figura de Marco Porcio Catón, conocido como Catón el Viejo, un romano conservador de viejo cuño, que estuvo durante toda su vida negándose a la perniciosa, según él, influencia de la cultura griega en la vida romana, y que acabó a la edad de ochenta años aprendiendo griego, empezando por el alfabeto, desde la alfa y la beta, que son las dos primeras letras, cuyo conocimiento define y delimita a los alfabetizados frente a los analfabetos, hasta la omega, que es la última. Y es que nunca es tarde para aprender.


2 comentarios:

  1. Te lo voy a copiar para incluirlo en mi blog (con tu firma, claro).¡Muy bueno!

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  2. Muy cierto todo. Y a menudo, aunque a algunos les cueste reconocerlo, aquellos que jamás tocaron ni el latín ni el griego, porque tenían muy claro que querían ser ingenieros o médicos, a la larga acaban lamentando no haber aprendido un poquito de estas "lenguas muertas" que siguen hoy más vivas que nunca.

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