miércoles, 23 de octubre de 2013

Voces de Cavafis


 Voces ideales, voces amadas,
de aquellos que murieron, o de aquellos que están
para nosotros perdidos como muertos.

A veces en nuestros sueños hablan:
a veces en el pensamiento las escucha el cerebro.

Y con su sonido por un momento vuelven
sones de la primera poesía de nuestra vida -
como música, en la noche, lejana, que se extingue.

(Traducción de Ramón Irigoyen)

El cantante griego Yorgos Dalaras, una de las figuras más improtantes de la canción griega,  canta con su espléndida voz el poema Voces de Cavafis en Munich el 2 de febrero de este mismo año 2013. Stefan Vladar dirige la Orquesta de Cámara de Viena  y al coro de la Singakademie de la ciudad austriaca. La  música es del compositor griego  Alexandros Karozas, de su Proyecto Cavafis: un intento bastante notable de acercar los versos del poeta alejandrino a la música culta para hacer que suenen en nuestros oídos y así resuenen y se graben mejor en nuestra memoria.


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He elegido cinco palabras griegas significativas del poema de Cavafis para seguir algunas pistas de su rastro etimológico en nuestra lengua:

VOCES  (fonés, en el título del poema y en el primer verso): Si nos quedamos sin voz, estamos afónicos y recurrimos al foniatra o médico de la voz. El fonógrafo es un aparato que reproduce las vibraciones sonoras y que a veces se denominó también gramófono. La fonología es la ciencia que estudia  los fonemas o rasgos pertinentes e ideales de los sonidos, de los que se ocupa la fonética. Con el fonómetro medimos la voz,  con el micrófono la ampliamos y con el teléfono escuchamos la voz que se oye de lejos. Distinguimos la polifonía de un coro de la sinfonía o composición musical para orquesta.

SUEÑOS: (ónira en el cuarto verso). Hablamos del mundo onírico o de los sueños, y algunos hablan incluso de la oniromancia, que sería el arte de adivinar el porvenir por medio de la interpretación de los sueños, y aun de la oniroscopia u observación para su estudio de los sueños de un paciente en relación con su estado patológico. La lengua griega distingue desde antiguo dos sueños que la nuestra confunde: el sueño de soñar (el óniron propiamente dichos) y el sueño como acto de dormir (el ipnos, hypnos en griego clásico, de donde nuestro hipnótico, hipnotizar, hipnotismo). Así, por ejemplo cuando Goya, que era un ilustrado, escribe en uno de sus grabados El sueño de la razón produce monstruos, no sabemos si se refiere al mundo onírico de la razón, o, lo más probable, a nuestro estado hipnótico: cuando dormimos y nos abandonamos al sueño es cuando la razón baja la guardia y entonces nos invaden todos los miedos infundados, las supersticiones y falsas creencias.


SONIDO: (ijo, en el sexto verso y en el séptimo, esta vez en plural iji y traducido por sones). Es el viejo nombre de Eco lo que resuena aquí, la ninfa hija del aire y de la tierra que se enamoró de Narciso, un amor imposible y no correspondido, y que no podía hablar sino sólo repetir las últimas sílabas de las palabras que oía, a la que Juno convirtió en una roca. Su nombre se transcribió como Echo al latín porque en griego antiguo debía pronunciarse ejo. Una de las grandes diferencias entre la pronunciación antigua  y la moderna es que precisamente la letra eta, que correspondía a la e larga, y que se pronunciaba "e" como astestigua el latín,  ahora se pronuncia "i", fenómeno que se llama itacismo. Al perderse, por otro lado, la aspiración griega en latín, la palabra evolucionó a "eco" en castellano.  De este eco viene nuestra ecografía o exploración, según la Real Academia Española de la Lengua, del interior de un cuerpo mediante ondas electromagnéticas o acústicas, que registra las reflexiones o ecos producidas en su propagación por las discontinuidades internas. 

POESÍA: (píisi, en el séptimo verso donde se habla de la proti píisi, la primera poesía, de nuestra vida). Es curiosa esta palabra -"poiesis" en griego clásico-  que significaba cosa que se hace, creación, y que ha venido a resultar "poesía" al fin y al cabo. Lo mismo sucedió con el nombre del hacedor o creador "poietés", nuestro poeta, y con lo creado u obra resultante de su proceso creativo, "poiema", nuestro poema.

MÚSICA: (musiquí, en el último verso). Detrás de esta palabra griega que está en casi todas las lenguas modernas, están las musas, las hijas de Mnemósine o Memoria y de Zeus, que presiden las artes temporales, las que nos entran por los oídos. Las artes que nos entran por los ojos son las bellas artes: pintura, escultura y arquitectura, cuyas obras se atesoran en los museos, que llevan también el nombre en recuerdo de estas divinidades, pero las Musas presiden justamente las artes que nos entran por los oídos y no por la vista, las palabras y notas musicales que se lleva el viento y que por eso es preciso repetir una y otra vez para retenerlas en la memoria: la literatura, que en tiempos antiguos se oía antes que leía, es decir, no nacía muerta como letra escrita, sino viva como palabra que se lleva el viento, con sus variedades de lírica, épica y dramática (tragedia y comedia), por no hablar de la historia, de Clío, que fue relato legendario y prosaico antes que ciencia como pretende ser ahora, o de la oratoria, y la música propiamente dicha, con su acompañamiento de la danza. Y la música es, por excelencia, el arte temporal de las musas,  y de Apolo que las presidía, y de Orfeo, que podía hacer resucitar a los muertos con las notas de su lira.

El poema de Cavafis nos devuelve esas voces (fonés), amadas e ideales de los que murieron o de los que hemos perdido y están para nosotros muertos, que nos hablan algunas veces en sueños (ónira), y cuyo sonido (ijo, echo en griego clásico) nos devuelve los ecos de la primera poesía (píisi, poiesis en griego clásico)  de nuestra vida como música (musiquí),  como una melodía que se pierde a lo lejos en la noche: "como música, en la noche, lejana, que se extingue", verso perfecto que culmina un bellísimo poema de los primeros que compuso el poeta alejandrino.

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